C’est la vie


Colaboración de Indalecio Carboni Bisso.

Siempre he desconfiado un poco de los gatos, sospecho que ocultan en su esencia a un poderoso manipulador. Y ojalá valga para el lector ésta pequeña anécdota a modo de explicación, ya que lo que digo no es una teoría absurda, sino más bien el fruto de un trabajo de investigación permanente.

De chico oí una extraña leyenda en el campo y ya no pude olvidarla: cuentan que el caburé, un ave maldito y parecido a las lechuzas, tiene la particularidad de hipnotizar a otros pajaritos con sus ojos abiertos de reloj. El caburé los mira fijamente, los paraliza un poco; juega revoloteando y alzando las alas frente a sus cuerpitos estáticos, les acomoda las plumas. Y después, como quien no quiere la cosa, los devora hasta los huesos.

Los gatos están enredados en una empresa similar, pero no ya frente a las aves, sino contra el resto de la fauna toda. Se arremolinan entre sus propios pelos, se lamen, huyen; se excitan con sonidos tiernísimos y extienden, más tarde, la oscura noche por las calles. Cuando quieren volver, vuelven -solo cuando ellos quieren- luego de perpetrar su secreta trama.

Sirva ésta exigua misiva, ingenuo señor lector, para comenzar a tomar cartas en el asunto. No dejemos que más felinos maullantes nos dominen. ¿O acaso también creía usted aquel cuentito del ovillo de lana?

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